Pablo Sotillos

Tattoo artist


La aguja perforó la piel y, con ella, algo más profundo. Lo vi en sus ojos, en la forma en que respiraba, en la manera en que su cuerpo resistía la transformación. No era solo tinta. No era solo un tatuaje.Era un ancla. Un último lazo con alguien que ya no estaba.Cuando terminé, se miró en el espejo en silencio. Se pasó los dedos por la piel marcada, como si con ese simple gesto pudiera sentir algo más allá del dolor. Algo más allá del olvido.Lo entendí perfectamente.

Siempre fui un artista. Desde que tengo memoria, mis manos han sostenido lápices, bolígrafos y botes de spray. En el colegio, llenaba las habitaciones de mis compañeros con dibujos de Son Goku.El arte era lo único que tenía sentido, así que no fue una sorpresa cuando terminé estudiando Bellas Artes. Fue durante esos años cuando supe que mi camino no estaba en los lienzos ni en las galerías. Estaba en la piel.La primera vez que vi un tatuaje realista bien hecho, algo se encendió dentro de mí. Esto es lo que quiero hacer.Intenté entrar en el mundo del tatuaje, pero fue un muro tras otro. No había guías, no había tutoriales en YouTube, solo libros, foros y práctica en lo que pudiera encontrar. Nadie me daba la oportunidad hasta que apareció El Nido, un estudio que no solo me dio información, sino que me ayudó a comprar mi primera máquina de tatuar.Años después, volví a ellos. Pero esta vez no como aprendiz, sino como cliente.

Cuando finalmente tuve mi primera máquina en las manos, me enfrenté a un desafío que no esperaba:** el miedo.**Me senté, preparé todo, repasé la lista una y otra vez. Pero cuando fui a tatuarme la pierna, mi mano tembló. No podía sostener la máquina.Era como si la tinta se negara a marcarme. Como si la máquina entendiera que era un retrato de sí misma y no quisiera verse reflejada en mi piel.Pero lo hice.Me llevó horas lo que ahora haría en minutos. Y fue horrible.El primer tatuaje de mi carrera fue un desastre. Pero había cruzado la línea. Había dado el primer paso. Y eso lo cambió todo.

Los años pasaron y la mano temblorosa se convirtió en una herramienta precisa.Hoy, con más de 13 años de experiencia, me dedico al realismo en blanco y negro, a plasmar en la piel imágenes que cuentan historias, recuerdos que no quieren desvanecerse.Aún hay espacio para mejorar. Siempre lo hay. Pero cada cliente es un lienzo nuevo, un reto distinto.Recuerdo cuando mi novia y mis amigos me regalaron una sesión con el artista que me ayudó al inicio. Sabía exactamente lo que quería hacer: cubrir mi primer tatuaje con el mismo diseño, pero bien hecho.Ahora, bajo la nueva tinta, sigue estando la vieja. Dos recuerdos en uno.Uno tangible: la máquina de tatuar que marcó mi comienzo.
Uno intangible: la ayuda de alguien que no tenía ninguna obligación de ayudarme, pero lo hizo de todos modos.
Mi piel es un libro de visitas. Cada tatuaje que llevo es la firma de alguien que dejó huella en mi vida.El último en firmar ese libro fue Marco. Mi mejor amigo en Liverpool. O tal vez el único.Nos conocimos por casualidad y compartimos tanto que, cuando llegó el momento de su partida, le pedí que me dejara algo más que recuerdos. Me tatuó un Son Goku en el muslo.Ahora, llevo un pedazo de Marco conmigo para siempre.

Del mismo modo, hace poco un cliente vino a verme con un propósito claro. Su hijo había partido demasiado pronto, dejando un vacío imposible de llenar. Pero en lugar de hundirse en la tristeza, decidió reconstruirse.Su tatuaje no era solo un tributo. Era la última pieza de su sanación.Ese día, cuando terminé su tatuaje, vi en su mirada el peso de lo que acababa de hacer. Se miró en el espejo, recorrió la tinta con sus dedos y respiró hondo.Lo entendí. Porque yo también lo había sentido antes.

A lo largo de los años, he aprendido algo: los tatuajes no son solo dibujos en la piel.Son recuerdos.
Son homenajes.
Son cicatrices transformadas en arte.
Si temes olvidar algo importante en tu vida, aquí tienes mi consejo:Tatúalo.No cambiará tu cerebro, pero de algún modo, garantizará que esa parte de tu historia permanezca contigo para siempre.


Si quieres que te ayude a que la historia viva en tu piel, rellena el formulario ahora.


Carla Vidal, Centre de Belleza, calle Ramón y Cajal 9, local 3, 46389, Turís (Valencia)